Por cuestiones que seguramente no aporten los argumentos sobre las casualidades, la entrevista a Pipo Lernoud del anuario sólo puede leerse a la luz (sugerencia al paso: en una plaza y con la compañía de un mate como mínimo). Para que los lectores nocturnos no se pierdan estas palabras decidimos subirla al blog. Gracias Pipo por los encuentros y la paciencia.
Yanga: ¿Qué proponía la reunión de plaza San Martín?
Pipo: El problema que tuvo esa reunión fue que no propuso ningún modo de vida alternativo. Por eso digo que acá no hubo hippies, esa no fue una reunión de los hippies, fue más una reacción frente a la persecución policial, a que nos gritaran “putos”, a que nuestras familias no sabían qué carajo estábamos haciendo, la gente en los colegios o en los laburos no se bancaba el pelo largo. Entonces con el colorado Rabei, pergeniamos este asunto de lanzar Los Náufragos como se lanza un producto. Hacer que la gente lo conozca y lo acepte como parte del mundo, y nos deje de joder un poquito. Antes no existía la actitud rock, ni pelo largo en la calle, nada. Y los pocos que éramos eso íbamos en cana todo el tiempo. Cuando explotó La Balsa, emergió la cosa que en la Argentina también existía algo como los Beatles: una posibilidad de ser distintos. Después de La Balsa todos los pibes se dejan el pelo largo, se ponen ropas de jeans con “I love Rolling Stones”, con dibujitos, con cositas, las minas con las polleritas tipo las fotos que veían de Londres. Entonces en seguida salimos nosotros con esta idea, para decir “Esto es un cambio cultural”. Pero no había una ideología. De hecho, el manifiesto que hice para esa reunión es una reacción. “Estoy cansado”, dice. No dice “proponemos”. “Estoy cansado de los que matan en nombre de grandes palabras, que nos persigan, que no nos dejen dormir en su planeta”. Fuimos más reactivos que activos. Ya que pudiéramos juntarnos a tocar la guitarrita era un logro tan grande que no se podía construir nada.
Y: ¿Qué situaciones de ahora te recuerdan esos momentos?
P: Para mí las actividades en las plazas son herencias de esa época. Esa actitud de salir a la plaza a ocuparla fue un invento de los californianos. La idea era salir a la ciudad y vivirla, jugar y estar, hacer el amor, vender cosas, escuchar música y bailar en la ciudad misma. Hay una diferencia muy grande entre La Cueva y el grupo de las plazas. Lo que hacíamos con Javier, Moris, Pajarito, Miguel, era caminar por las calles de Buenos Aires, ir a los bares y tocar la guitarra. El 21 de septiembre lo que marcó es el comienzo de usar la ciudad de otra manera, usar las plazas, las playas.
Y: ¿Qué cosas se resignaron y qué cosas se sostuvieron en el tiempo del primer pensamiento hippie?
P: Hay que separar lo hippie de lo contracultural. Se trata de qué es lo que se proponía construir. Una cosa que tiene mi generación es que hemos protestado mucho. Una generación reactiva a la careteada de la sociedad, a la represión sexual, a la guerra, la pobreza… entonces se sale a protestar, siendo anti sistema, contra cultura, y hubo parte de esa generación que quiso construir. O elaborar pequeñas alternativas. Algunas de esas muy básicas. Para mi contracultura es los ingleses, en el mismo tiempo que nosotros acá. Los tipos tenían una clínica gratuita para todos los que se habían pasado de drogas, clínicas para consultas sexuales. Los californianos se acercaban a los tipos que estaban en las plazas, porque había miles de pibes que se habían ido de la casa y vivían en la calle. Le daban comida y le decían: “che, si no tenés dónde dormir, vení que nosotros te damos”. Eso lo tendría que haber hecho el Estado, como ahora, pero en ese momento no reaccionaba. Lo organizaron unos pibes, “Los Diggers”. De ahí sale lo de vivir en comunas, irse a vivir al campo y organizarse, que la comuna produzca, que sirva, que sea capaz de hacer su propia ropa, autoabastecerse lo más posible, empezar a generar electricidad con el viento. Todo eso, que yo lo leía en revistas de afuera en el 67. En esa época enterarse de lo de afuera era muy difícil. Así que yo quería hacer eso, y de alguna manera lo decíamos, pero era imposible.
Y: ¿Cómo fue tu experiencia?
P: Cuando nos fuimos a Capilla del Monte fue un delirio. Además, nosotros tuvimos malas drogas. Porque acá no llegó el fumo, ni hablar del ácido que llegó tardísimo, entonces para nosotros el proceso de la psicodelia, de abrirse la cabeza, era con pastillas que le afanábamos a nuestros viejos, o pastillas para adelgazar, anfetaminas, debutal, instilaza, codeína, que son muy malos productos, vuelve muy loca a la gente, te ponen paranoico. Era malo el resultado de esas experiencias. Por supuesto que en ese momento era bárbaro, era todo un descubrimiento, teníamos 21 años, y estábamos abriendo el mundo, pero no era una droga interesante y para mi es importante. Una vez escribí que el problema era que conocimos Sargent Pepper sin ácido, y para entenderlo te tenés que tomar un ácido…entonces lo entendíamos fumando marihuana mala. Igual lo entendíamos, porque se puede entender sin nada. Una vez en un reportaje le pregunté a Borges por las drogas. Y dijo: “sí, yo creo que las drogas nos muestran algo que ya tenemos, no algo nuevo. Si no sabemos escribir no vamos a escribir mejor por las drogas, y si ya sabemos escribir, las drogas nos van a mostrar eso”. Y tiene razón el viejo, a pesar de no haber consumido nada. Retomando un poco, el problema argentino en general es que no se puede construir. Acá todo vuelve a empezar de nuevo, cada vez que arranca algo se corta: el gobierno, o la crisis económica o la poronga en bote. Para un tipo construir una carrera hilada, una obra, es muy difícil. Más todavía es armar algo en común con otros. Acá construir en común es un milagro.
Hace poco estuve hablando con una persona que pasó por el Expreso Imaginario de muy pendeja, sin saber qué hacer de su vida, que sólo había escrito dos notitas, pero para la mina pertenecer a un grupo y tener una visión compartida del mundo le cambió la vida. Decía que le dio “sanidad”. A todos nosotros el Expreso nos ordenó mucho. Veníamos del peronismo de la triple A, todo el mundo asustado, huyendo de acá para allá, y de golpe algo que se sostiene, algo que sigue todos los meses, que desarrolla un lenguaje, estructura un mensaje. Seguir construye, el tiempo es muy importante. Frente a eso, es poco lo concreto que hay hecho por nuestra generación. En miles de frentes. Nosotros hace treinta años hablábamos de energías alternativas y ya estaban ahí. Yo conozco a tipos que trabajan en Jujuy con indígenas con energías alternativas, pero hace treinta años que están en el mismo punto. No avanzan, no crecen. Consiguen un financiamiento para ir a tal pueblito e instalar recolectores solares, pero después hay que conseguir guita, ir y hacer mantenimiento.
Y: ¿Cómo fueron envejeciendo los iniciadores hippies?
P: Los yankis son increíbles, algunos de estos tipos todavía se juntan a fumar y a tocar rocanrol, viven bastantes desordenados, pero organizan comunidades que sostienen a la agricultura. Está lleno de gente que hace eso, hay miles. Por ejemplo, se juntan 40 familias, unos productores y arman un plan para todo el año. Cuántas y qué cosas necesita una familia por semana, hacen la cuenta… y el tipo sabe que tiene que producir eso, y un poco más por si acaso. Entonces la familia va los fines de semana a curtir en la granja, ayudan en la cosecha, comparten, hacen ventas de fin de semana, los tipos tienen un lugar para ir con los chicos para enseñarle cómo es cosechar una frutilla. Los agricultores tienen asegurada su venta para todo el año, se despreocupan del mercado y arman algo en comunidad. Algunos construyen más cosas. Un gallinero, buscan a alguien que ponga guita, y empiezan a construir por sobre lo otro. Una vez que te juntaste y te organizaste a crear más cosas, hacer una revista, crear una feria, se puede hacer solo. Entonces ese tipo de resultados acá no han cuajado, nosotros lo hemos intentado. Es muy difícil hacerlo, y estos tipos son muy prácticos, porque no tienen ideología, cosa que en la Argentina sería una barbaridad, pero al mismo tiempo para mí es muy ideológico desarrollar una economía alternativa.
P: Cuando nos fuimos a Capilla del Monte fue un delirio. Además, nosotros tuvimos malas drogas. Porque acá no llegó el fumo, ni hablar del ácido que llegó tardísimo, entonces para nosotros el proceso de la psicodelia, de abrirse la cabeza, era con pastillas que le afanábamos a nuestros viejos, o pastillas para adelgazar, anfetaminas, debutal, instilaza, codeína, que son muy malos productos, vuelve muy loca a la gente, te ponen paranoico. Era malo el resultado de esas experiencias. Por supuesto que en ese momento era bárbaro, era todo un descubrimiento, teníamos 21 años, y estábamos abriendo el mundo, pero no era una droga interesante y para mi es importante. Una vez escribí que el problema era que conocimos Sargent Pepper sin ácido, y para entenderlo te tenés que tomar un ácido…entonces lo entendíamos fumando marihuana mala. Igual lo entendíamos, porque se puede entender sin nada. Una vez en un reportaje le pregunté a Borges por las drogas. Y dijo: “sí, yo creo que las drogas nos muestran algo que ya tenemos, no algo nuevo. Si no sabemos escribir no vamos a escribir mejor por las drogas, y si ya sabemos escribir, las drogas nos van a mostrar eso”. Y tiene razón el viejo, a pesar de no haber consumido nada. Retomando un poco, el problema argentino en general es que no se puede construir. Acá todo vuelve a empezar de nuevo, cada vez que arranca algo se corta: el gobierno, o la crisis económica o la poronga en bote. Para un tipo construir una carrera hilada, una obra, es muy difícil. Más todavía es armar algo en común con otros. Acá construir en común es un milagro.
Hace poco estuve hablando con una persona que pasó por el Expreso Imaginario de muy pendeja, sin saber qué hacer de su vida, que sólo había escrito dos notitas, pero para la mina pertenecer a un grupo y tener una visión compartida del mundo le cambió la vida. Decía que le dio “sanidad”. A todos nosotros el Expreso nos ordenó mucho. Veníamos del peronismo de la triple A, todo el mundo asustado, huyendo de acá para allá, y de golpe algo que se sostiene, algo que sigue todos los meses, que desarrolla un lenguaje, estructura un mensaje. Seguir construye, el tiempo es muy importante. Frente a eso, es poco lo concreto que hay hecho por nuestra generación. En miles de frentes. Nosotros hace treinta años hablábamos de energías alternativas y ya estaban ahí. Yo conozco a tipos que trabajan en Jujuy con indígenas con energías alternativas, pero hace treinta años que están en el mismo punto. No avanzan, no crecen. Consiguen un financiamiento para ir a tal pueblito e instalar recolectores solares, pero después hay que conseguir guita, ir y hacer mantenimiento.
Y: ¿Cómo fueron envejeciendo los iniciadores hippies?
P: Los yankis son increíbles, algunos de estos tipos todavía se juntan a fumar y a tocar rocanrol, viven bastantes desordenados, pero organizan comunidades que sostienen a la agricultura. Está lleno de gente que hace eso, hay miles. Por ejemplo, se juntan 40 familias, unos productores y arman un plan para todo el año. Cuántas y qué cosas necesita una familia por semana, hacen la cuenta… y el tipo sabe que tiene que producir eso, y un poco más por si acaso. Entonces la familia va los fines de semana a curtir en la granja, ayudan en la cosecha, comparten, hacen ventas de fin de semana, los tipos tienen un lugar para ir con los chicos para enseñarle cómo es cosechar una frutilla. Los agricultores tienen asegurada su venta para todo el año, se despreocupan del mercado y arman algo en comunidad. Algunos construyen más cosas. Un gallinero, buscan a alguien que ponga guita, y empiezan a construir por sobre lo otro. Una vez que te juntaste y te organizaste a crear más cosas, hacer una revista, crear una feria, se puede hacer solo. Entonces ese tipo de resultados acá no han cuajado, nosotros lo hemos intentado. Es muy difícil hacerlo, y estos tipos son muy prácticos, porque no tienen ideología, cosa que en la Argentina sería una barbaridad, pero al mismo tiempo para mí es muy ideológico desarrollar una economía alternativa.